"La taberna", Émile Zolá
- Rafael Alfonso
- 18 ene 2015
- 1 Min. de lectura

Si el romanticismo se rebela ante la carencia de valores y reconoce que no todo el mundo es reducible a las leyes mecánicas y científicas, el naturalismo supedita la emoción humana a un comercio básico de afectos, siempre marcado por las escalas sociales.
El amor que los personajes se expresan pasan siempre por el tamiz de la conveniencia y, cuando es irracional, es sólo para caer en la desgracia de una cadena de abusos. En dicha cadena la última instancia es ocupada por la mujer, la víctima de la explotación del hombre que, a su vez, ha sido explotado inmisericordemente por la sociedad industrial, el patrón y la fábrica. En Gervasia, la protagonista de "La taberna", vemos a esta víctima prototípica. Nunca puede liberarse del yugo del macho sediento, no de justicia sino de desahogo para sus ansias, continuamente frustradas, de poder.
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